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lunes, 27 de agosto de 2018

Ec = Milán



Desde pequeños se nos enseña que la madurez tiene que ver con la seriedad y la responsabilidad. Así, cuando crecemos, creemos que somos maduros porque nos ponemos serios, somos realistas y nos olvidamos de soñar. Y poco a poco, acabamos aprendiendo a reprimir cualquier atisbo de sonrisa.
Exceptuando nuestro entorno, son pocas veces las que le sonreímos a un desconocido. Casi todos hemos olvidado que las sonrisas son como un “virus bueno” que se contagia y alivia tensiones, que nos hacen bien.
Cuando le sonreímos a otro, le estamos diciendo muchas cosas, entre ellas que nos gusta que comparta el espacio con nosotros. La otra persona, por su parte, lo decodifica y también sonríe. Es justo en ese momento cuando los pensamientos negativos quedan a un lado.

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